Antecedentes
Aunque la enfermedad se describió por primera vez en los años cincuenta, el virus que la causa no se identificó hasta 1969. Se trata de un virus con RNA monocatenario perteneciente a la familia Arenaviridae.
Aproximadamente el 80% de las personas infectadas por el virus de Lassa son asintomáticas. Una de cada cinco infecciones produce enfermedad grave, con afectación de varios órganos, como el hígado, el bazo y los riñones.
La fiebre de Lassa es una enfermedad zoonótica, lo cual significa que el ser humano se infecta por contacto con animales infectados. Los animales reservorios del virus de Lassa son roedores del género Mastomys. Estas ratas infectadas por el virus de Lassa no enferman, pero eliminan el virus en la orina y las heces.
Como el curso clínico de la enfermedad es muy variable, la detección de los pacientes afectados ha sido difícil. Sin embargo, cuando se confirma la presencia de la enfermedad en una comunidad, el aislamiento rápido de los casos, las buenas prácticas de protección y control de infecciones y el rastreo riguroso de los contactos pueden detener los brotes.
La fiebre de Lassa es endémica en Benin (donde se diagnosticó por vez primera en noviembre de 2014), Guinea, Ghana (diagnosticada por primera vez en octubre de 2011), Liberia, Malí (diagnosticada por primera vez en febrero de 2009), Sierra Leona y Nigeria, pero probablemente también exista en otros países de África Occidental.
Síntomas
El periodo de incubación de la fiebre de Lassa es de 2 a 21 días. Cuando es sintomática, la enfermedad suele tener un inicio gradual, con fiebre, debilidad general y malestar. A los pocos días pueden aparecer cefaleas, dolores de garganta, musculares, torácico y abdominal, náuseas, vómitos, diarrea y tos. En los casos graves pueden aparecer tumefacción facial, derrames pulmonares, hemorragias bucales, nasales, vaginales o gastrointestinales e hipotensión.
Puede haber proteinuria. En fases más tardías pueden producirse convulsiones, choque, temblor, desorientación y coma. El 25% de los pacientes que sobreviven a la enfermedad presentan sordera, y en la mitad de ellos la audición se recupera parcialmente al cabo de 1 a 3 meses. Durante la recuperación pueden aparecer de forma transitoria trastornos de la marcha y caída del cabello.
En los casos letales la muerte suele sobrevenir a los 14 días del inicio de la enfermedad. Esta es especialmente grave al final del embarazo, con muerte materna y/o fetal en más del 80% de los casos en el tercer trimestre.
Transmisión
Los humanos suelen infectarse con el virus de Lassa por exposición a la orina o las heces de ratas Mastomys infectadas. El virus también puede transmitirse entre las personas por contacto directo con sangre, orina, heces u otras secreciones corporales de personas con fiebre de Lassa. No hay pruebas epidemiológicas de una transmisión aérea entre personas. La transmisión de persona a persona puede producirse tanto en la comunidad como en el medio sanitario, donde el virus puede transmitirse por material contaminado, como agujas reutilizadas. Se han descrito casos de transmisión sexual del virus de Lassa.
La fiebre de Lassa ocurre en todos los grupos de edad y en ambos sexos. El mayor riesgo lo corren las personas residentes en zonas rurales donde hay Mastomys, especialmente en comunidades con saneamiento deficiente o hacinamiento. Los profesionales sanitarios están en riesgo cuando atienden a pacientes con fiebre de Lassa en ausencia de prácticas adecuadas de enfermería y de prevención y control de infecciones.
Diagnóstico
Como los síntomas de la fiebre de Lassa son tan variados e inespecíficos, el diagnóstico clínico suele ser difícil, sobre todo al inicio de la enfermedad. Es difícil distinguir la fiebre de Lassa de otras fiebre hemorrágicas víricas, como la enfermedad por el virus del Ebola, y de muchas otras enfermedades febriles, como el paludismo, la shigelosis, la fiebre tifoidea o la fiebre amarilla.
El diagnóstico definitivo requiere análisis que solo están disponibles en laboratorios especializados. Las muestras de laboratorio pueden ser peligrosas y deben manipularse con sumo cuidado. Las infecciones por el virus de Lassa solo se pueden diagnosticar de forma definitiva con las siguientes pruebas de laboratorio:
Reacción en cadena de la polimerasa con retrotranscriptasa
ELISA
Pruebas de detección de antígenos
Aislamiento del virus en cultivos celulares
Tratamiento y vacunas
La ribavirina, un antivírico, parece ser eficaz en el tratamiento de la fiebre de Lassa si se administra al principio del curso clínico de la enfermedad. No hay pruebas que respalden el uso de este fármaco en la profilaxis posexposición de la fiebre de Lassa.
No hay vacuna que proteja contra la fiebre de Lassa.
Prevención y control
La prevención de la fiebre de Lassa se basa en la promoción de una buena “higiene comunitaria” que evite que los roedores entren en las casas. Entre las medidas eficaces se encuentran el almacenamiento del grano y otros alimentos en recipientes a prueba de roedores, el depósito de las basuras lejos de las casas, la limpieza del hogar y la presencia de gatos. Como Mastomys es tan abundante en las zonas endémicas, no es posible eliminarlo completamente del medio. Las familias deben tener siempre el cuidado de evitar el contacto con sangre y líquidos corporales al cuidar de los enfermos.
En el medio sanitario, el personal debe aplicar siempre las precauciones habituales de prevención y control de las infecciones al cuidar a los pacientes, independientemente de su presunto diagnóstico. Dichas precauciones incluyen la higiene básica de las manos, la higiene respiratoria, el uso de equipos de protección personal (para evitar el contacto con salpicaduras y otras formas de contacto con materiales infectados), y la seguridad de las prácticas de inyección e inhumación.
Los profesionales sanitarios que atiendan a casos confirmados o sospechosos de fiebre de Lassa deben aplicar medidas adicionales de control de las infecciones para evitar el contacto con la sangre y los líquidos corporales de los pacientes y con superficies o materiales contaminados, como las ropas de vestir y de cama. Cuando tengan contacto cercano (menos de 1 metro) con pacientes con fiebre de Lassa, los profesionales sanitarios deben utilizar protección facial (careta protectora o mascarilla médica y gafas), bata limpia, no estéril, de manga larga y guantes (estériles para algunos procedimientos).
Los trabajadores de los laboratorios también están en riesgo. Las muestras humanas y animales para investigar posibles infecciones por el virus de Lassa deben ser manipuladas por personal capacitado y procesadas en laboratorios con condiciones estrictas de confinamiento biológico.
Ocasionalmente, los viajeros procedentes de zonas donde la fiebre de Lassa es endémica exportan la enfermedad a otros países. Aunque el paludismo, la fiebre tifoidea y muchas otras infecciones tropicales son mucho más frecuentes, se debe tener en cuenta el posible diagnóstico de fiebre de Lassa en pacientes febriles de retorno de países de África Occidental, sobre todo si han estado en zonas rurales u hospitales de países en los que se sabe que la enfermedad es endémica. Los profesionales sanitarios que atiendan a pacientes con sospecha de fiebre de Lassa deben ponerse inmediatamente en contacto con expertos locales y nacionales para que los asesoren y se lleven a cabo las pruebas de laboratorio pertinentes.
Respuesta de la OMS
Los ministerios de salud de Guinea, Liberia y Sierra Leona, la OMS, la Oficina Estadounidense de Asistencia para Desastres en el Extranjero, las Naciones Unidas y otros asociados han colaborado para establecer la red Mano River Union Lassa Fever, programa que presta apoyo a los tres países para que elaboren estrategias nacionales de prevención y mejoren la capacidad de diagnóstico de laboratorio de la fiebre de Lassa y otras enfermedades peligrosas. También se incluye la capacitación en materia de diagnóstico de laboratorio, conducta clínica y control medioambiental.
Fuente/who.int
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