Por qué hay tantas personas con miopía en el mundo

Publicado: 19 Enero 2015 | 11:13 p.m

Cuando era adolescente mi vista empezó a empeorar paulatinamente y comencé a usar gafas.

Al principio eran unas lentes finas, y después lo que parecía un doble cristal.

"¿Por qué me está pasando esto?", le preguntaba a mi oftalmólogo mientras trataba de descifrar las líneas borrosas de la receta.

Y su respuesta era siempre la misma: debía culpar a los genes y a mi amor por la lectura.

Descubren gen de la miopía

Científicos en Estados Unidos descubrieron un gen que, dicen, está vinculado a la miopía, el trastorno de la visión más común en el mundo.

Según señalan los investigadores en la revista Nature Genetics el avance podría conducir eventualmente a nuevos tratamientos para prevenir la enfermedad, que actualmente se corrige con el uso de anteojos.

La miopía es un defecto refractivo del ojo con el cual el punto focal de una imagen no alcanza a formarse en la retina, como sería normal, y la persona tiene dificultades para enfocar los objetos lejanos.

A pesar de ser muy común, hasta ahora se conoce muy poco sobre las bases genéticas del trastorno.

Epidemia

Aunque se sabe que la enfermedad es hereditaria, los investigadores no han podido explicar por qué en algunos países su incidencia es mucho más alta que en otros.

En Singapur, por ejemplo, 80% de la población tiene miopía mientras que en Estados Unidos una de cada tres personas sufre la enfermedad.

Los científicos del Centro Médico de la Universidad de Duke en Estados Unidos, del King´s College de Londres e investigadores de varios otros países, estudiaron a poblaciones caucásicas de distintas regiones del mundo, incluidas holandesas, británicas y australianas.

El estudio, en el que participaron más de 13.400 adultos, encontró una "fuerte asociación" entre una serie de variaciones en el gen RASGRF1 y errores de enfoque en la visión.

"Debido a que RASGRF1 tiene una alta expresión en las neuronas y la retina, es crucial para la función retinal y la consolidación de la memoria visual" dice la profesora Terri Young, quien dirigió el estudio en la Universidad de Duke.

Los científicos confirmaron esa asociación con ratones modificados que no tenían el gen correcto y que mostraron cambios en el cristalino del ojo.

Los investigadores creen que el RASGRF1 podría ser un objetivo potencial para el desarrollo de tratamientos que logren prevenir esta enfermedad.

Ahora esperan identificar cómo exactamente afectan estas variaciones genéticas el crecimiento del ojo para poder desarrollar tratamientos que produzcan una mezcla correcta de genes.

Por ejemplo, se podrían crear fármacos que detengan la distorsión en el globo ocular que causa la miopía.

Los científicos, señalan sin embargo, que todavía hace falta llevar a cabo más estudios para poder llegar a ese objetivo.

¿Adiós a los anteojos?

"Todavía no debemos hablar del fin de los anteojos" dice el doctor Christopher Hammond, del King´s College, quien participó en el estudio.

"Pero esperamos eventualmente poder bloquear las señales genéticas que causan la miopía".

"Probablemente esto podría ser en forma de una tableta o gotas de ojos pero tomará al menos 10 años antes de poder crear esos tratamientos", expresa.

Tal como expresa la profesora Terri Young en décadas recientes la miopía se ha vuelto cada vez más común en el mundo.

Y uno de los responsables de este aumento, dice, podría ser el estilo de vida moderno.

"La gente necesita salir a la calle y mirar al horizonte" expresa la investigadora.

"Hoy en día forzamos a nuestros ojos a estar en tensión constante para enfocarse en objetos cercanos, como leer el periódico y ver monitores".

"También miramos televisión, trabajos en ciudades con edificios altos, manejamos en tráfico denso, y general tenemos pocas oportunidades de mirar panoramas distantes, especialmente en zonas urbanas".

"Estos factores afectan a los niños que están desarrollando su visión, y también a muchos adultos".

Es probablemente lo que el oculista te dijo también a ti, si fuiste diagnosticado con miopía.

Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que estas asunciones son erróneas. Muchos factores ambientales de la vida moderna pueden tener una influencia en el asunto. Y con unas pocas medidas preventivas, podría evitarse que muchos niños sufran de una condición que ha plagado a una generación.

La idea de que la mala vista es principalmente genética nunca me convenció.
Si estaba en sus genes, ¿no tendría que haber desaparecido con nuestros ancestros que lo portaban, cuando intentaban cruzar la sabana a tientas?

La miopía es una especie de epidemia: entre un 30% y 40% de la población de Europa y Estados Unidos necesita anteojos. Y esa cifra alcanza el 90% en algunos países de Asia.

Si el "gen de la miopía" existiera, esto supondría que resistió milenios a pesar de sus desventajas.

Pregunta a un esquimal

De hecho, investigaciones llevadas a cabo con esquimales en Canadá deberían haber resuelto esa cuestión hace unos 50 años.

Mientras en la generación de más edad apenas había casos que necesitaban lentes, el 10% de la generación más joven los usaba.

"Eso nunca hubiera sido posible si la enfermedad fuera genética", dice Nina Jacobsen, del Glostrup University Hospital de Copenhague, en Dinamarca.

En cambio, lo que sí pasó durante los años que separan esas generaciones es que los esquimales comenzaron a dejar de lado su estilo de vida tradicional para adoptar uno más occidental. Esa parece una causa más probable del deterioro de la vista.

"La miopía es una enfermedad industrial", dice Ian Flitcroft, del Children's University Hospital de Dublin, en Irlanda.

Y es que, a pesar de un posible papel de la genética en el desarrollo de la miopía, fue sólo después de que se diera un cambio en el entorno cuando el problema comenzó a emerger.

Parte de ese cambio pudo haberse debido a la educación y la alfabetización, una de las explicaciones más comunes sobre la aparición de la miopía.

Pero los estudios epidemiológicos sugieren que los efectos de la lectura sobre la vista son mucho menores de lo que en principio pudo haberse creído. De hecho, una investigación llevada a cabo en niños en Ohio, Estados Unidos, demostró que no existe ninguna correlación.

"Sin embargo, no deberíamos descartar del todo los efectos de la lectura", advierte Jacobsen.

Son muchos los que ahora argumentan que es el tiempo que hemos permanecido bajo techo, en casa -no tanto la lectura en sí- lo que tiene peso en el deterioro de la vista.

Estudio tras estudio, desde Europa, pasando por Australia y hasta Asia, se ha hallado que la gente que pasa más tiempo al aire libre es mucho menos propensa a desarrollar miopía que aquellos que permacen la mayor parte del día entre cuatro paredes.

Luz natural

Una de las explicaciones más populares es que la luz del sol nutre en cierta forma los ojos.

Scott Read, de la Queensland University of Technology, en Australia, recientemente equipó a un grupo de escolares con un reloj que registraba sus movimientos y la intensidad del sol cada 30 segundos.

La cuestión de qué causa la miopía debía haber quedado clara hace más de medio siglo, cuando se estudió el caso de los inuit.

El investigador vio que los niños con mejor vista no eran más activos que aquellos que usaban lentes, con lo que se descartó la posibilidad de que el ejercicio influya en la buena vista.

Sin embargo, las prescripciones para gafas parecieron depender casi exclusivamente del tiempo que los niños pasaron al sol.

La luz solar puede ser 1.000 veces más intensa que la artificial. Y cuanto más disfrutaron del sol lo niños, menos propensos fueron a necesitar lentes.

Quizás es porque la luz solar estimula la producción de vitamina D, que es responsable de un sistema inmunológico y cerebro sano, y también podría regular la salud ocular.

Una idea más aceptada es que el sol provoca la liberación de dopamina, un neurotransmisor que actúa en los ganglios basales del cerebro.

La miopía es causada por un crecimiento excesivo del globo ocular, lo que hace más difícil enfocar una imagen en la retina. Y la dopamina parece ayudar precisamente en esto.

Cuestión de color

Lo de la buena vista también podría ser una cuestión de color.

Las longitudes de onda verdes y azules se concentran en la parte delantera de la retina, mientras que la luz roja alcanza la parte posterior.

Como la iluminación de los interiores tiende a ser más rojiza que los rayos de sol, el desajuste podría confundir los mecanismos de control del globo ocular.

"Esto le dice al ojo que no está enfocando bien y que, por tanto, debe crecer y compensar el desajuste de alguna manera", dice Chi Luu, de la Universidad de Melbourne, en Australia.

La exposición a la luz natural puede hacer una diferencia importante para la salud visual.

En esa línea, el investigador ha descubierto que, efectivamente, los pollos criados bajo luz roja suelen ser más miopes que los que han crecido en entornos azules o verdes.

Por su parte, Flitcroft cree que el problema radica en el desorden de objetos que nublan nuestro campo visual.

"Si fijas la vista en una pantalla de ordenador, todo lo que está detrás de ella queda desenfocado a una gran escala", dice.

"Y cuando alzas la vista para mirar al reloj ocurre lo mismo: enfocas éste, mientras muchos otros objetos periféricos quedan fuera del foco, borrosos", explica.

Fijes donde fijes tu mirada, siempre habrá un desenfoque que pondrá a prueba los mecanismos de retroalimentación del ojo.

En los exteriores, sin embargo, las cosas tienden a estar a una mayor distancia, proporcionando una imagen más clara que ayuda a regular el desarrollo del ojo.

Con suerte, estas ideas no sólo tendrán importancia académica, sino que guiarán hacia nuevos tratamientos.

Luu, por ejemplo, pretende llevar a cabo un ensayo en el que se aplique luz azul sobre niños miopes.

Con ello el investigador espera no sólo frenar el deterioro de la vista, sino revertirlo.

Durante su estudio con pollos, Luu descubrió que pocas horas de luz azul deshacían el daño provocado por las bombillas rojas y la vista de los animales volvía a ser normal.

Cautela

Flitcroft señala que existen ensayos prometedores con lentes de contacto que pueden reducir el desenfoque de la visión periférica.

También es optimista con respecto a una gota ocular llamada atropina.

Este fármaco es reconocido por frenar la señalización que desencadena el crecimiento del ojo y la miopía.

Debido a sus efectos secundarios, como la dilatación de la pupila y la generación de halos alrededor de las fuentes de luz, se dejó de lado. Pero estudios recientes han demostrado que la atropina es eficaz también en una centésima parte de la dosis original. A ese nivel los efectos secundarios deberían ser mínimos.

Ese descubrimiento ha suscitado un nuevo interés por las gotas en cuestión. Por el momento, Flitcroft señala que hay que ser cauteloso y no tomar ninguna decisión de forma apresurada.

En cuanto a la creencia de que el uso de lentes empeora la visión, debería ser descartada en aras de la evidencia.

Yo lo sé por experiencia. Inspirado por el controvertido libro Better eyesight without glasses (Mejor vista sin gafas), decidí no usarlas durante un tiempo. En tres años se me duplicó la miopía.

"Una de las preocupaciones más comunes es que los lentes empeoran el problema, pero la respuesta a eso es que no", dice Flitcroft.

"Si (con los anteojos) estás asegurando que tus hijos vean bien, estás haciendo lo correcto".

Para aquellos que quieran tomar medidas ahora, la mayoría de los investigadores coincide en que animar a los niños a jugar en el exterior podría ser una buena opción.

En ese sentido, un ensayo llevado a cabo en escuelas en Taiwán ha dado unos resultados positivos moderados.

"Animar a los niños a pasar tiempo al aire libre sólo puede ser bueno", añade Flitcroft.

Me hubiera gustado saber todo esto en mi juventud.

Hoy uso lentes de contacto que corrigen casi completamente mi vista, por lo que la ocasional sequedad e irritación son una preocupación menor.

Pero cuando me despierto y apenas puedo distinguir a mi pareja tumbada junto a mí, deseo que las futuras generaciones sean capaces de disfrutar de la visión nítida que fue patrimonio de nuestros ancestros.

Fuente/BBCMUNDO

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